La ventana del desengaño

sábado, 18 de diciembre de 2010

Las cosas que no nos dijimos Marc Levy



Si alguien se acerca a la descripción de Amor Incondicional que hace Marc Levy en su libro “Las cosas que no nos dijimos” que me lo diga. Al principio comienza con preguntas a su interlocutora, de las que no espera respuesta porque él mismo va a contestar una a una y cuya conclusión no deja lugar a la imaginación:

_¿Serías capaz durante 7 años de entregarte a alguien sin reservas, de darlo todo, sin límites, sin dudas ni temores, sabiendo que esa persona a la que quieres más que a nada en el mundo olvidará casi todo lo que habréis vivido juntos?

_ ¿Aceptarías que tus atenciones, tus gestos de amor se borraran de su memoria, y que la naturaleza, a la que le horroriza el vacío, llenara un día esa amnesia con reproches y anhelos no cumplidos?

Empiezo a pensar la primera pregunta y en mi cabeza la divido en dos partes: en una primera parte, la del olvido la respondo que ¡claro que se pierden cosas de la memoria¡, tengo la experiencia de que mayormente se olvidan los malos recuerdos (la naturaleza de la memoria es muy sabia, su mecanismo hace que se olviden aquellas cosas terribles que pesan mucho para que la persona pueda seguir adelante) ¡y los buenos recuerdos¡ nuestra memoria aprovecha y los moldea a su conveniencia ,los engrandece y se quedan ahí como un precioso regalo del que no nos queremos separar; la segunda me lleva a responder que un día se activa algo en la persona y empezamos a pensar en las cosas que no hemos hecho y por consiguiente a reprochar ¡es verdad ¡ , lo que me da pie a otra disyuntiva, hago reproches porque cargo la culpa de lo que no he hecho o lo que si he hecho a otra persona para quitarme la responsabilidad de elegir en mi vida o por otro lado empiezo a reprochar a la persona que tengo enfrente porque me quiero defender de sus continuos ataques…

_¿tendrías ganas todas las mañanas, de prepararle el desayuno, de velar por distraerla todo el día, divertirla, leerle cuentos cuando se aburra, cantarle canciones, salir porque necesitará que le dé el aire, incluso cuando hace un frío helador?

_ ¿ignorarás el cansancio, irás a sentarte al pie de su cama para aplacar sus miedos y hablarle de un porvenir que, irremediablemente, vivirá lejos de ti? Si tu respuesta a cada una de esas preguntas es sí, entonces perdóname por haberte juzgado mal, sabes de verdad lo que es amar.

Hasta aquí todo iba engranándose en mí como algo relacionado a la pareja, pensando con quien vas a viajar durante toda tu vida, saboreando lo dulce y lo amargo de compartir experiencias; y en este momento el autor me vuelve a sorprender con el relato:

-¿Me estás hablando de mamá?
-No, querida, te estoy hablando de ti. Este amor que acabo de describirte es el de un padre o una madre por sus hijos. Cuántos días y cuántas noches pasados velando por vosotros, al acecho del más mínimo peligro que pudiera amenazaros, mirándoos, ayudándoos a crecer, secando vuestras lágrimas, haciéndoos reír, cuántos parques en invierno y cuántas playas en verano, cuántos Km. recorridos, cuántas palabras repetidas, cuánto tiempo dedicado a vosotros. Y, sin embargo, sin embargo… ¿a qué edad se remontan vuestros primeros recuerdos de infancia?
¿Te imaginas hasta qué punto hay que amar para aprender a no vivir más que por vosotros, sabiendo que lo olvidaréis todo de vuestros primeros años, que en los años venideros sufriréis por lo que no hayamos hecho bien, que llegará un día, irremediablemente, en que os separaréis de nosotros, orgullosos de vuestra libertad?
Me reprochas mis ausencias, ¿sabes cómo se sufre el día en que los hijos se van? ¿Te has imaginado siquiera el sabor de esa ruptura? Voy a decirte lo que ocurre, uno está ahí como un idiota en la puerta mirándoos marchar, convenciéndose de que tiene que alegrarse de esa partida necesaria, amar la despreocupación que os empuja y a nosotros nos desposee de nuestra propia carne. Una vez cerrada la puerta, hay que volver a aprenderlo todo, volver a a prender a amueblar las habitaciones vacías, a no acechar ya más el ruido de vuestros pasos, a olvidar esos crujidos tranquilizadores en la escalera cuando volvíais tarde por la noche, y uno se dormía por fin tranquilo, mientras que ahora tiene que tratar de conciliar el sueño, en vano, puesto que ya no volveréis. ¿Ves. Julia mía?, sin embargo, ningún padre ni ninguna madre se vanagloria de ello, en eso consiste amar, y no tenemos elección puesto que os amamos.

¡SOCORRO¡, ¡que digo yo de todo esto¡, ¡cuantas reflexiones que hacer¡, y aunque respondiera a cada una de ellas sé que me dejaría un montón de cosas en el tintero. Llegado a este punto casi es más fácil hablar de la propia relación de pareja (y es difícil) que de la relación paterno-filial…
Acaba de enseñarme un amigo una cita que dice así:
”Si una persona supiera narrar su propia vida, escribiría una de las más grandes novelas que jamás se haya hecho”.
Como yo no sé narrar ni puedo superar la descripción del amor que se le tiene a un hijo, porque al reflejar mis pensamientos, sé que lo haría de una forma desordenada y por supuesto ni tan clara ni profunda. Y como siento que estoy de acuerdo en todo lo que dice el autor y sobre todo en la forma de reflejarlo, aquí os dejo esta joyita, pequeña en tamaño pero grande en conocimiento.

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